Uno de los despertares mas fantásticos y deliciosos es cuando apenas abrimos los ojos y se nos acercan con una taza de un aromático café y con sólo un sorbo, alegramos el alma y espíritu preparándolo para enfrentar los avatares del día, gracias a ese resguardo que supone el delicado y sabroso amargor del llamado néctar negro de los dioses.
No concibo enfrentarme al día sin un café caliente, bien fuerte y semiamargo o semidulce y eso se lo debo a mi abuelita quien desde mi adolescencia me acostumbro o me malcrió a llevarme a la cama el preciado líquido, más que por complacerme a mí, para que no durmiese tanto en las mañanas…Así seguí en la juventud y luego el hábito se lo trasladé a mi esposa, aunque gracias a sus mañas, igual que casi todas las mujeres, ahora soy yo quien por lo general se lo llevo a ella… ... seguir leyendo